

Amigos,
¡Bienvenidos a este gran recorrido de Adviento! Estoy contento de que se unan a mi junto a cientos de miles de otros en oración y reflexión durante este tiempo sagrado.
Cada Adviento, los Cristianos cantan una canción evocativa cuyas palabras retornan al siglo nueve. Pero me pregunto con cuánta atención escuchamos la letra:
Oh ven, oh ven, Emmanuel,
y libera al cautivo Israel
que aquí en solitario exilio se lamenta
hasta que el Hijo de Dios aparezca.
En el mundo antiguo, la gente estaba temía tremendamente ser secuestrada y mantenida en cautiverio. Solos, lejos de casa, desnutridos, a menudo torturados, los rehenes sólo podían esperar contra toda esperanza que llegara su liberación. Esta es la situación evocada por esa conocida canción: Israel, el pueblo de Dios, es mantenido en cautiverio en su solitario exilio, y llora por su Salvador, el Hijo de Dios.
Estar atrapado en el centro del pecado es saber la verdad y sentir la atmósfera de este confinamiento. Nos lamentamos por los pecados y fallas morales de nuestros líderes; nos sentimos apresados por nuestras propias caídas en disfunción y adicción; nos sentimos agobiados por las fuerzas oscuras del mundo.
Pero la buena noticia del Cristianismo es que ese Emmanuel (Dios con nosotros) ha ciertamente aparecido, y ha ido directamente al fondo del pecado para vencerlo. En su plena humanidad, Jesús entró en esa compleja red de pecado, y en su plena divinidad, hizo algo al respecto.
Que aprovechemos estos días sagrados juntos en oración, penitencia y esperanza, fijando nuestra mirada en la aparición de Cristo nuestro Salvador y anhelando su liberación.
Paz,
Obispo Robert Barron
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