

Amigos, el Evangelio de hoy nos desafía a reaccionar ante la Buena Nueva. ¿Sobre qué precisamente está edificada toda tu vida? Tu corazón o alma son tu centro, el lugar donde eres más auténtica y profundamente tú mismo. Ese es tu punto de contacto con Dios. Allí encontrarás la energía que afianza y conforma todas las otras áreas de tu vida: física, psicológica, emocional, de relación y espiritual. Por lo tanto, es la dimensión más importante y elusiva de tu ser.
Si tu corazón y tu alma están enraizados en Dios, entonces estarás siguiendo las intenciones y mandatos de Dios, y puedes soportar cualquier cosa. Pero esto no quiere decir que si seguimos los mandatos de Dios, las tormentas y vientos no vendrán.
En la parábola de Jesús, ambos constructores —el que sigue los mandatos de Dios y el que no— experimentan la lluvia y las inundaciones que simbolizan todas las pruebas y tentaciones y dificultades en el exterior de tu vida. Si en el mismo centro de tu vida estás vinculado a Dios, las tormentas y borrascas vendrán, pero no te destruirán.
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